jueves, 30 de mayo de 2013

30 de Mayo


 
La alegría.
   María proclamó, y cantó con alegría, la visita del Señor. ¿Somos cristianos alegres? ¿Llevamos con alegría nuestra fe? Alguien, con razón, dijo que la sonrisa y el canto deben de ser dos notas dominantes en la vida de un cristiano.

La fraternidad
   La simbolizamos con una hogaza de pan. María, llena de Dios, se puso en camino para visitar y ayudar a su prima Santa Isabel. No se quedó encerrada en sí misma, en sus problemas. Se puso en camino. ¿Miramos alrededor para descubrir las carencias de los demás? ¿Nos empleamos a fondo para echar una mano allá donde sea preciso?

La oración.
   María, lo dice el evangelio, meditaba todo en su corazón. Era una mujer reflexiva. Simbolizamos esta flor con esta lámpara. Un cristiano sin oración es alguien que ha perdido su relación con el Padre. ¿Rezamos todos los días? ¿Buscamos espacios de silencio o sólo buscamos la comunidad y la misa dominical como vínculo con el Señor?

La confianza.
   La expresamos con una bandeja de tierra. Hay que dejar que, el Señor, haga fructificar nuestros esfuerzos y trabajos. María confió. No entendió al principio pero, luego, dejó que Dios llevara hasta el final su obra. ¿Nos fiamos de Dios? ¿Pueden más las dudas que la claridad que nos infunde la Palabra del Señor?

La sencillez.
   No por tener demasiado, las personas, somos más o menos felices. La sencillez de María la queremos reflejar con este ovillo de lana. Sin tener demasiado, la Virgen, era inmensamente feliz. Y es que, la auténtica felicidad, la tenemos en el corazón. ¿Cómo vivimos nuestros días? ¿Pendiente de lo material? ¿Luchando por lo aparentemente espectacular?

La pobreza.
   Significamos la flor con las sandalias. Nunca como hoy, el mundo, ha tenido tanto y, nunca como hoy, encontramos amigos, familiares, hermanos o vecinos, insatisfechos de sí mismos, de su vida (de nuestra vida). ¿Somos conscientes de que nuestra riqueza está en el servicio, en el ofrecimiento, en el ser…más que en el tener?

La disponibilidad.
   No siempre hay que comprender ni entender todo lo que se nos presenta en la vida. María, ante la noticia del mensajero celestial, se quedó ruborizada. ¿Quién soy yo para que, un Angel, me traiga semejante noticia? ¿Por qué, Dios, no habrá puesto sus ojos en otra nazarena? Pero, María, creyó y puso sus entrañas al servicio del Misterio de la Salvación. ¿Estamos disponibles en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, allá donde Dios nos quiere? ¿No vivimos demasiado cómodamente nuestra fe?
Coloquemos, estas 7 flores de mayo, ante la imagen de la Virgen. Que florezcan nuestras actitudes (cristianas y marianas) en el inmenso campo de nuestra vida diaria.
“María, mírame”.

1 comentario:

Teresa y. dijo...

Me han gustado mucho estos textos que nos ayudan a endulzar la vida.